Mercedes Benz. Una historia sobre AMG.

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Durante cien años Mercedes Benz representó un paradigma de la ingeniería y de la industria de la automoción.

Durante cien años Mercedes Benz representó un paradigma de la ingeniería y de la industria de la automoción.

Mientras que el resto del mundo no se cortaba el pelo y escuchaba a Jimmi Hendrix, que trabajaba en su lúgubre receta de la longevidad el personal de Mercedes Benz en Stuttgart construía coches sin mayores adornos, hechos para durar y para competir con las liebres de BMW.

Si quieres viajar a África el próximo fin de semana, probablemente la decisión más acertada seria tomar un Toyota Land Cruiser. Pero si en verdad deseas tener una experiencia de conducción emotiva y diferente, vas a estar mejor servido con un Mercedes Benz de finales de los setenta o principios delos 80.

Y es que hubo un día, en esa época, en que los jefes de la compañía de la estrella, cansados de hacer coches solo pensando en ganar la batalla a su competidor de patio, deciden, en colaboración con un muy poco conocido fabricante de cervezas llamado AMG, volverse locos y dedicarse a fabricar autos diferentes.

El resultado, son animales, grandes, ruidosos, impetuoso, locos, que infundían algo de miedo, pero que definitivamente gustaban… y mucho.

Me gusta la forma en que un BMW o un AUDI, están diseñados para poner un tiempo de vuelta más rápida en la tabla. Pero un Mercedes Benz AMG está diseñado para poner una sonrisa en la cara y dejar la mayor parte de los neumáticos traseros estampados en el asfalto.

En un mundo dominado por la economía de combustibles, la fibra de vidrio, el estilo y la línea, es alentador saber que existe una línea de coches fabricados exclusivamente para exacerbar el salvajismo visceral. No son rifles para un cazador aficionado. Son piezas de artillería pesada.

Si en lugar de comparar los AMG de Mercedes Benz con armas, los asimilo a algunas condiciones climáticas, diría que algunos coches son como la llovizna. Otros se parecen a una tranquila tarde soleada. Los hay como un día colmado de nubes y entonces tenemos los AMG. Ellos son como truenos y relámpagos. Son los coches del músculo V8. Una mezcla del sueño americano con la ingeniería alemana. Coches realmente espectaculares.

Bueno… eso pensaba hasta hace unos meses. Entonces se cruzó por mi camino un Clase A, con el emblema de AMG, que, para mi sorpresa no tiene motor V8, no truena, no tiene los músculos… solo tiene las tres pequeñas letras en el cuerpo, que prometen un rendimiento que, si bien el coche lo brinda en primera, no lo mantiene.

¿Qué pudo estar pensando Mercedes Benz al instalar la placa de AMG en estos coches?

Desmenucemos un poco el coche para entenderlo.   El motor es de cuatro cilindros, turbo dos litros que cumple con las normas de emisiones que aún no entran en vigor en Europa. Pero a pesar de esto, el motor ofrece 360 caballos de fuerza, lo que significa la nada despreciable cifra de 180 caballos por litro. Solo como medida de comparación, observemos que un Ferrari 458, con motor V8 tan solo proporciona 114 caballos de fuerza por litro.   Buen golpe para el nuevo AMG

El coche se planta muy bien en el suelo. Luego, si buscas el velocímetro, te darás cuenta de que anda casi el doble de rápido de lo que pensabas. Entonces caes en la cuenta de que con los viejos AMG sucedía exactamente lo contrario. Tanto ruido y tanta furia te hacían pensar que se movía a una velocidad superior a la que en realidad lo hacía.

Los nuevos AMG son vehículos hechos para el siglo XXI. Si bien, queda la añoranza de las grandes, pesadas y potentes máquinas que le dieron la reputación a la insignia AMG, debemos reconocer que estamos ante el resultado de un trabajo de ingeniería interesante y de alta tecnología.

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